Una cifra en constante ascenso desde hace décadas, conforme las reticencias y prejuicios culturales se han ido superando en favor de una mayor igualdad de acceso al mercado laboral, incluso en sectores antaño reservados solo para hombres.
Pero, si bien hay más mujeres en el mercado laboral que nunca antes, lo cierto es que la plena equiparación a sus colegas masculinos no se ha llegado a producir.
Por ejemplo, todavía existen notorias diferencias salariales por el mismo puesto de trabajo y una muy baja representatividad de mujeres en los altos puestos directivos y consejos de administración que contrasta con la proporción hombre-mujer en cargos técnicos y de baja formación. Y a todo ello hemos de unir otra -hasta el momento- insalvable diferencia entre sexos en la arena profesional: la movilidad.
De acuerdo a un estudio de la consultora PwC, las mujeres apenas representan el 20% de la fuera laboral móvil a escala mundial (aquellos trabajadores que viajan al extranjero con fines profesionales, tanto de corta como de larga duración).
Una relación extraordinariamente escasa y muy preocupante, en tanto que los negocios del siglo XXI se gestionan principalmente de forma global y con constantes intercambios internacionales tanto de bienes y servicios como de personas.
Muchas voces de supuestos expertos y analistas de mercado habían vinculado históricamente esta baja proporción de mujeres en movilidad con las típicas trabas de género, como la maternidad o la mayor propensión a tomarse jornadas reducidas para ocuparse del hogar y de la familia.
Unos prejuicios que, de nuevo, quedan dilapidados al atenernos a las cifras de este estudio: en torno al 71% de las mujeres ‘millennials’ (esto es, nacidas entre 1980 y los 2000) sí quieren trabajar en otro país durante parte de su carrera laboral.
En ese mismo sentido, son muchas las mujeres que sienten la carga de conceptos erróneos que las llevan a pasar por alto las oportunidades, porque se supone que las mujeres con hijos no quieren trabajar en el extranjero. Una idea totalmente errónea, ya que casi el mismo número (40%) de mujeres y hombres con hijos quieren trabajar en el extranjero.
Desmontados los viejos mitos sexistas sobre los deseos de las trabajadoras, ¿cuáles son entonces las causas de esta disparidad entre el número creciente de mujeres en el mercado laboral y su escasa movilidad?
Citando no solo a este informe sino a otros recogidos por el Foro Económico Mundial o la ONU, lo que se está detectando es una preocupante desconexión entre las ambiciones de crecimiento de las empresas, su expansión internacional y las aspiraciones de las mujeres con mayor proyección.
Y es que, a pesar del alto número de empresas que tienen estrategias proactivas de diversidad para facilitar la equiparación entre hombres y mujeres, apenas el 22% de ellas reconoce haber vinculado sus estrategias de movilidad y diversidad.
A ello debemos unir otro factor de desconexión en cuanto al conocimiento de las intenciones de sus trabajadores: apenas una cuarta parte de las compañías con programas de movilidad internacional sabe en tiempo real si su mano de obra quiere o no viajar al extranjero.
Un fallo de manual que, si bien afecta tanto a hombres como a mujeres, supone un mayor perjuicio para ellas, ya que muchos directivos siguen asumiendo por defecto que ellas prefieren no desplazarse fuera de su domicilio por los elementos culturales asumidos durante generaciones.
Con todo ello, las mujeres son un 19% menos propensas que sus pares masculinos a creer que los hombres y las mujeres tienen igualdad de oportunidades para emprender misiones o trabajos internacionales con su empresa.
Asimismo, el 65% de las empleadas aseguran que les gustaría que estas oportunidades de movilidad fueran más transparentes. Los problemas están bien claros y las soluciones más que lógicas y sencillas de implementar: ahora sólo queda que las compañías tomen nota de estos deberes y se pongan manos a la obra.